Fuente: Los bosques en las noticias (CIFOR)
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La zona andina tropical alberga un tipo de bosque extraordinario: un ecosistema clave para la biodiversidad global y el sustento de los pueblos. Aunque son la fuente de grandes ríos y tienen más variedad y endemismo de especies que la Amazonía, los bosques andinos tropicales están amenazados por una creciente presión demográfica, y por prácticas extractivas y productivas.
En la última década, la restauración ecológica ha emergido como una estrategia crucial para recuperar la integridad y funcionalidad de los ecosistemas degradados, promover el desarrollo sostenible y mitigar el cambio climático. Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, países poseedores de estos ecosistemas andinos, han definido metas cuantitativas de restauración, pero ¿cuál es el avance real en estos países? Y, ¿Qué pasa en relación con sus bosques andinos?
Para comprender el grado de desarrollo de la restauración de los bosques andinos tropicales, el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) y el Programa Bosques Andinos (una iniciativa regional de la Agencia Suiza para la Cooperación y el Desarrollo -COSUDE-, facilitada por el consorcio entre Helvetas Swiss Intercooperation y Condesan) emprendieron un análisis comparativo para observar los avances, desafíos y perspectivas del futuro de la restauración de bosques andinos en estos cuatro países.
Durante 14 meses, los investigadores examinaron documentos académicos, jurídicos y de políticas y realizaron más de 40 entrevistas. El objetivo: desentrañar retos y oportunidades para orientar los próximos pasos en políticas y prácticas de restauración con énfasis en bosques andinos. El análisis es vital para aprovechar los niveles de atención y fondos internacionales “sin precedentes” en la actualidad, según el coautor del estudio y líder del equipo de investigación en restauración y manejo forestal de CIFOR Manuel Guariguata.
“Lo fundamental ahora es arrancar con la restauración”, afirma por su parte Carolina Murcia, investigadora principal afiliada a la Pontificia Universidad Javeriana en Colombia. “No nos podemos permitir perder más capital natural; de hecho, es el momento de empezar a recuperarlo”.
ENFOQUES DIFERENTES
Un hallazgo clave del estudio es la heterogeneidad. “Cada uno de los cuatro países analizados tiene una historia, geografía y realidad socioeconómica propias, que determinan su relación con los bosques andinos y el abordaje de la restauración”, explica Murcia.
«Al fin y al cabo, restaurar es mucho más que plantar árboles. Es transformar la relación entre las personas y la naturaleza en algo positivo”
Verónica Gálmez¨
Colombia encabeza el movimiento, con medio siglo de experiencia en restauración y un énfasis histórico en dichos bosques: los Andes acogen al 75% de su población, pero también son tierras fértiles y la principal fuente de agua. Además, el 70% de la generación eléctrica es de origen hídrico.
El Plan Nacional de Restauración Forestal de Ecuador, por su parte, identifica dos criterios de priorización que permitirían dar preeminencia a la fértil zona andina: la prevención de deslizamientos y la protección de los recursos hídricos.
La relación de Perú y Bolivia con los bosques andinos, en cambio, es completamente diferente. En Perú, estos ecosistemas conocidos como ‘yungas’ o ‘selva alta’ ocupaban originalmente un 15% del territorio. Con una elevada pendiente y humedad, se conciben como una zona de paso hacia la Amazonía. “Allí es común que todos los bosques se perciban como ‘selva’ y se vean bajo una óptica extractivista, como una fuente de madera. Por esto, la restauración ha jugado un papel muy discreto”, observa Murcia.
En Bolivia, hay grandes extensiones boscosas y baja densidad de población. Según el estudio, ello “ha dado lugar a una cultura de abundancia en la que no encaja aún la noción de restaurar”. La actual filosofía de Estado, por ejemplo, “no permite restaurar bosques fuera de un esquema productivo”.
Fruto de la ocupación del altiplano desde antaño, la población tampoco es consciente de la desaparición de los bosques. “La escasez que puedan experimentar en periodos de sequía no se asocia con pérdida ni, por ende, con restauración”, confirma el estudio. Según Murcia, todo ello aclara por qué la restauración es tan incipiente en Bolivia y Perú.
Esta heterogeneidad en la forma de abordar la restauración se plasma en aspectos como los marcos normativos, los mecanismos de implementación, y la relación entre los tomadores de decisiones, administradores de recursos biológicos, sector académico y sociedad civil.
RETOS EN COMÚN
A pesar de las diferencias, los cuatro países enfrentan retos en común. El primer desafío es integrar una disciplina tan nueva y holística como la restauración ecológica en las diversas políticas de Estado, desde gestión de recursos naturales hasta desarrollo. La restauración, recuerda Murcia, significa mucho más que aumentar la cobertura boscosa y capturar carbono.
Un reto añadido es cumplir con compromisos internacionales de restauración mediante programas de orden nacional, pero con una implementación local. Algo que se complica en condiciones limitadas de información, capacidad técnica y tecnología.
¿Otros desafíos? La falta de una definición común. “Lo que es restauración para un sector puede no serlo para otro”, indica Guariguata y menciona el problema que supone a la hora de valorar el éxito o fracaso de los programas y el cumplimiento de metas internacionales como el Desafío de Bonn. A su juicio, también hace falta una visión unificada de la disciplina, que está fragmentada en sectores como ambiente, agricultura y pueblos indígenas.
La restauración es un proceso a largo plazo, que puede tardar de seis a diez décadas en consolidarse. El éxito, añade Murcia, no se puede alcanzar sin el compromiso de las comunidades, y sin estructuras de gestión y administración presupuestaria que trasciendan los períodos presidenciales y “resguarden las iniciativas de los vaivenes políticos”.
«Lo que es restauración para un sector puede no serlo para otro”
Manuel Guariguata
PRÓXIMOS PASOS
Aunque una de las metas internacionales del Convenio sobre la Diversidad Biológica, conocida como la meta Aichi #15, propone restaurar el 15% de los ecosistemas degradados para 2020, el estudio apunta a un objetivo más realista: que cada país parta de este compromiso, garantizando que en 50 años estos ecosistemas estarán en una trayectoria adecuada de restauración para la biodiversidad. Ello significa recobrar la variedad de especies, no recuperar la tierra con fines productivos, advierte Murcia.
Para lograr el compromiso de las comunidades, considera fundamental asegurar la tenencia de la tierra y dar a conocer tanto los efectos de la degradación de paisajes boscosos como los beneficios de su recuperación. “¡La restauración sí funciona! Lo que se debe hacer es orientar a las comunidades y comprender los motivos sociales y económicos que causaron la degradación”.
También se debe reforzar la participación del sector académico y ONG en la formulación de programas. La coordinadora de Incidencia del PBA, Verónica Gálmez, explica que “las ONG actúan de bisagra entre actores locales y nacionales y aportan una visión de conjunto en los planos territorial y sectorial”.
Según Gálmez, el estudio puede ayudar a priorizar intervenciones e inversiones y a determinar líneas de base. Por ello, está previsto realizar acciones de difusión en los diversos países.
Murcia, al igual que Gálmez, encara el futuro con optimismo. ¿El motivo? El creciente interés de las comunidades en recuperar sus paisajes boscosos. “Al fin y al cabo, restaurar es mucho más que plantar árboles. Es transformar la relación entre las personas y la naturaleza en algo positivo”.
Para más información sobre las cuestiones tratadas en este artículo, póngase en contacto con Manuel Guariguata en m.guariguata@cgiar.org o Carolina Murcia en carolinamurcia01@gmail.com.
Este análisis fue concebido por CIFOR y el Programa Bosques Andinos (PBA), facilitado por Helvetas Swiss Intercooperation y Condesan. De parte de CIFOR, contó con el apoyo financiero del Programa de Bosques, Árboles y Agroforestería del CGIAR y por el Programa KNOWFOR del Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID). PBA forma parte del Programa Global de Cambio Climático de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE).