Se creían en declive en Sudamérica, pero recientes registros sugieren que su número está creciendo en Ecuador.
El bosque nublado de Maquipucuna, a dos horas Quito, alberga cada año a osos andinos que durante unas semanas se reúnen para saborear aguacates nativos que maduran en la cima de los árboles. Es una fiesta que ha sorprendido a más de un ecologista y poblador.
Según algunos investigadores, esta pequeña comunidad viene creciendo, desafiando la tendencia de una especie vulnerable en declive en toda Sudamérica. La reunión, similar a la de los osos pardos en Alaska o Canadá, está poniendo de cabeza lo que los expertos saben sobre esta criatura, normalmente solitaria.
Hace mas de 30 años, Rebeca Justicia creó la Fundación Maquipucuna junto con su esposo Rodrigo Ontaneda. Persuadir a las comunidades locales en dejar las las prácticas de la ganadería y la explotación maderera, fueron sus primeras acciones; así como promover la protección de la región del Chocó-Andino Pichincha, declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco en 2018.
«Cuando comenzamos nuestro proyecto, era muy difícil ver un oso«, menciona Justicia. «Escuchábamos, más como anécdota, que habían osos en la zona y que la gente los cazaba«. Desde el 2008, cuando vieron su primer oso andino, señalan haber registrado 40 osos diferentes, basados en fotografías tomadas en la reserva de Maquipucuna, de 6.500 hectáreas.
Por otro lado, Santiago Molina, experto en osos de la Universidad San Francisco de Quito, ha realizado un estudio propio sobre el número de osos en una región de 65.000 hectáreas, dentro del distrito metropolitano de Quito. Su análisis de las cámaras trampa le ha llevado a una estimación de alrededor de 65 osos en toda la región, un área que incluye Maquipucuna pero 10 veces más grande.
Molina es escéptico respecto de las cifras registradas por Justicia, aunque en el 2009 registró 19 osos en la reserva, 15 de ellos avistados en solo dos meses del 2017. Sin embargo, pese a estas buenas cifras, está preocupado por la proximidad de las poblaciones humanas.
El trabajo de Molina condujo a la creación del Corredor del Oso Andino por el Gobierno de Quito para proteger su hábitat. «Está cambiando todo el concepto de los osos de anteojos. Hace cinco años, la gente no creía que hubiera osos en esta zona, en el Corredor de Quito. Antes, los osos que estudiamos estaban en las tierras altas, en los pastizales, no en los bosques, y se creía que eran animales solitarios».
- Revisa la nota completa de The Guardian (en inglés) AQUÍ