Los proyectos de restauración ecológica que involucran activamente a los pueblos originarios y las comunidades locales son más exitosos. Este es el resultado de un estudio realizado por el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB), que valora las contribuciones de conocimiento indígena y local en la restauración de ecosistemas degradados, y destaca la necesidad de su participación en estos proyectos para asegurar un mantenimiento a largo plazo de las áreas restauradas.
Los pueblos indígenas y las comunidades locales se ven afectados por el cambio ambiental global porque dependen de su entorno inmediato para satisfacer las necesidades básicas de subsistencia. Por lo tanto, salvaguardar y restaurar la resiliencia del ecosistema es fundamental para garantizar su soberanía alimentaria y sanitaria y su bienestar general. Su gran interés en restaurar los ecosistemas de los que se benefician directamente y su conocimiento íntimo de sus tierras, recursos y las dinámicas que los afectan, los posiciona como elementos clave en el logro de los objetivos de los proyectos de restauración ecológica. Sin embargo, las contribuciones de los pueblos indígenas y las comunidades locales siguen estando ausentes en gran medida en los foros de política ambiental internacional.
El estudio, dirigido por la investigadora Victoria Reyes-García, revisa cientos de casos en los que, a través de las prácticas tradicionales, los pueblos indígenas han contribuido a la gestión, adaptación y restauración de la tierra; a veces creando nuevos tipos de ecosistemas de gran biodiversidad. “Hay muchos ejemplos en los que los pueblos indígenas han asumido roles de liderazgo en la restauración de bosques, lagos y ríos, pastizales y tierras secas, manglares, arrecifes y humedales degradados por forasteros o por el cambio climático. En estos ejemplos se combinan con éxito los objetivos de restauración y el aumento de la participación de la población local”, explica la investigadora.
Las prácticas tradicionales incluyen la quema antropogénica que altera intencionalmente los aspectos espaciales y temporales de la heterogeneidad del hábitat para crear diversidad; prácticas de deposición de desechos que resultan en el enriquecimiento de carbono del suelo; sistemas de cultivo de rotación rotatorios capaces de mantener la cobertura forestal y la diversidad de plantas; siembra de vegetación útile en bosques nativos, lo que aumenta la diversidad forestal; la dispersión de semillas ricas en especies; limpieza de los prados para mantener la productividad y la capacidad de recuperación de los pastizales.
Sin embargo, la investigación destaca que no todas las iniciativas de restauración que involucran a los pueblos indígenas y las comunidades locales han sido beneficiosas o exitosas. “Algunas campañas no han involucrado con éxito a las comunidades locales ni han impactado los resultados de la forestación debido a la falta de claridad de las políticas diseñadas a nivel central o el descuido de los intereses locales”, dice Reyes-García. Destaca que los resultados positivos se asocian normalmente con proyectos en los que las comunidades locales han participado activamente en las actividades de diseño conjunto, se han reconocido las instituciones tradicionales y los beneficios directos a corto plazo para la población local y el apoyo a largo plazo para el mantenimiento de las áreas protegidas.
Por lo tanto, Victoria Reyes-García aboga por que “para cumplir con la Meta 15 del Convenio sobre la Diversidad Biológica, para lograr la restauración del 15 por ciento de los ecosistemas degradados a nivel mundial, es necesario aumentar la participación de los pueblos indígenas y las comunidades locales en las actividades de restauración ecológica”.